lunes, 11 de junio de 2012

Un salto hacia la muerte.


Era un viernes de abril, el cielo, despejado y resplandeciente transmitía una sensación de tranquilidad abrumadora. Decidí salir a dar una vuelta, y olvidarme de todos los problemas que había tenido esa semana. Al fin y al cabo ahora ya no tenía novio y podía hacer lo que quisiera sin tener que preocuparme por nada. Aquel viernes, Samantha me invitó a su fiesta de cumpleaños, pero esa no iba a ser una fiesta cualquiera, la gente decía que habría alcohol, mucho alcohol, porros, chicos… la típica fiesta de una niñita que lo tiene todo. Pese a lo que pudiera pasar decidí ir y pasármelo bien.
Lo primero era lo primero, conseguir uno de los mejores vestidos de la fiesta, poder estar resplandeciente y llamar la atención. Se acabó el ser como siempre, hoy es día de pasárselo bien. Llamé a Vanne para irnos de compras y las dos nos cogimos los vestidos más fantásticos que había en la tienda. Sí, lo reconozco eran un poco cortos y llamativos, pero… ¿Qué mejor para unas adolescentes de 16 años que por una vez en su vida quieren perder los papeles?

Cuando llegué a casa abrí el armario y cogí los zapatos que más tacón tenían y que mejor conjuntasen con el vestido. Mis padres no iban a pasar la noche en casa, así que aproveché para coger las llaves del coche aunque era un poco incongruente conducir en el estado en el que queríamos estar.
Quedamos en mi casa para que condujese una amiga que se iba a quedar a dormir, si es que conseguíamos volver. Cuando llegamos todo era como esperaba, luces, fiesta, bebida y música para amainar el ambiente, pero sobretodo chicos, muchos chicos, que bajo el efecto del alcohol parecían mucho más atractivos. Precisamente con uno de esos chicos tan "atractivos" fue con el que me fui hasta el coche creyendo que me iba a acompañar a cambiarme de zapatos, pero en lugar de eso me metió dentro del coche y arrancó, arrancó y no paró hasta llegar a un descampado del cual yo no sabía volver, me sacó del coche y al fondo, en el horizonte me pareció distinguir el oscuro color del mar, pero antes de que me diese tiempo a asegurarme, me agarró fuertemente y me empujó contra el capó. Yo no sabía como reaccionar, estaba borracha y gritar no servía de mucho, ya que no había nadie, la escena se prolongó durante 20 minutos más hasta que me dejó tirada en el suelo, sin fuerzas ni para respirar, ya que había gastado todas mis energías en oponer resistencia, aunque no sirvió de mucho. Volvió a arrancar el coche echándome todo el aire del tubo de escape en la cara. Me levanté y apenas di unos pasos hasta que no aguanté más y me caí, rompí a llorar y no tuve más remedio que arrastrarme hasta donde antes había distinguido el mar. Podía olerlo. Hoy había sido un día con muchos declives, me sentía voluble y anodina y los recuerdos que recorrían mi cabeza hacían exasperarme y sentirme impotente. Me asomé al precipicio que había bajo mis pies, veía como las olas chocaban contra las rocas, formando una espuma que escondía a los pequeños peces que nadaban sin dirección, aunque no se podían distinguir por la oscuridad. Miré fijamente abajo y, sin pensarlo dos veces, salté. Muerta.

1 comentario:

Misses Roux. dijo...

Chicaas! A ver cuando actualizáis más que hace mucho que no leo nada de vosotras:)
Por cierto, me gusta la entrada aunque sea de hace un tiempo(:
PD: ¡Que final tan inesperado y a la vez tan pesimista! ^^

Un beso chicas^^